¿Quiénes son los "casualistas"?
Todo el mundo habla de los "conspiranoicos", pero nadie se detiene a reflexionar sobre los "casualistas", es decir, aquellos que, ante cualquier gran acontecimiento, ven simple azar o repiten sin pestañear la explicación oficial, sin asomarse jamás al abismo de la duda, figuras igualmente fascinantes.
El "casualista" es aquel que, tras los grandes acontecimientos históricos, los giros de época o los hechos de repercusión mundial, siempre ve una casualidad fortuita, sostenida tanto por la evidencia de las dinámicas manifiestas como por la narración lineal (¿alineada?) de quien le lee, interpreta y digiere la historia.
El "casualista" es una persona medianamente instruida y bastante orgullosa de su título académico; lástima que, por lo general, carece de cultura, es decir, no ha cultivado al ser humano, que crece a base de sal, curiosidad y espíritu crítico. En resumen, la tara y el orgullo del "casualista" es haber sido alimentado con ese pienso liofilizado que universidades e institutos públicos reparten a manos llenas en los gallineros de la cultura civil y educada, inhibiendo así las funciones superiores del espíritu.
No se le puede culpar, a nuestro amigo: ve el mundo con ojos que, por naturaleza, solo alcanzan la superficie. Y como no tiene inquietudes (ya sea porque está saciado de su vida burguesa, o porque está cómodo en la sede de algún partido), no le gusta escudriñar en la sombra del sotobosque, ni cavar túneles en busca de raíces.
El "casualista", en el fondo, no quiere otra cosa que le dejen en paz: tiene su sitio en el mundo y las explicaciones que le han inculcado le sirven para justificar el orden que desea preservar, so pena de perder la serenidad y la certeza.
No se da cuenta de que es profundamente conservador: lo lleva en la sangre. Tiene el ADN de aquella estirpe de déspotas que sometieron a los pueblos no con autoridad, sino con autoritarismo; se deduce por su profundo y arraigado clasismo. Los "no casualistas" son, para él, unos desgraciados (¿precarios?), unos ignorantes (¿sin estudios?), gente gris e insatisfecha (¿tristes y egocéntricos?). En fin, la caricatura malintencionada que la burguesía hacía del obrero en tiempos de lucha de clases.
Sin embargo, como el "casualista" se considera progresista y de mente abierta —procedente normalmente de lo que fermentó con la descomposición de la izquierda histórica—, cualquiera que no se le parezca no puede ser otra cosa que un "fascista": he aquí el último término con el que la propaganda "casualista", arrastrada por su sentido de culpa, fabrica ad hoc al enemigo público número uno.
Después, con su marioneta favorita —el "conspiranoico"— en la mano, el "casualista" va por ahí inflado de orgullo, escupiendo sobre sus antiguos compañeros de clase: en su ingenuidad, ni siquiera se da cuenta de que ese muñeco es un juguete que le han puesto en las manos sus padres para mantenerle entretenido mientras ellos cocinan la cena (una cena pesada, claro está, que comerán después de haberle mandado a dormir).
No culpéis a los "casualistas": la historia les ha desmentido tantas veces a base de bofetadas en la cara que se han quedado sordos. Ya no oyen cuando habláis, no pueden escucharos. No os entienden. Solo oyen una voz dentro de sí que repite sin cesar, de forma obsesiva: "todo irá bien".
Eso sí, esta vez ya no lo escriben en las sábanas: no sea que les surja alguna sospecha.
Fuente:
https://www.weltanschauung.info/2020/11/chi-sono-i-casualisti.html
Traducido por Counterpropaganda