Propagandas y "teorías de la conspiración" - Andrea Zhok
Cuando se trata de propaganda y de la manipulabilidad de la población, es un tópico muy repetido que el nivel de cultura es una variable decisiva, ya que es capaz de dificultar la influenciabilidad de los sujetos. Esta suposición, además de la virtud de ser agradablemente reconfortante para quienes se preocupan por la cultura, parece seguir un sencillo silogismo. Al fin y al cabo, uno no se engaña fácilmente sobre las cosas que sabe, el que tiene una educación superior por definición debería saber más cosas, ergo el que tiene una educación superior debería ser menos engañable. Este razonamiento es tan aparentemente intuitivo como lamentablemente erróneo.
Se pueden distinguir dos formas distintas de manipulabilidad subjetiva, que podemos denominar esquemáticamente manipulabilidad (de educación) primaria y manipulabilidad (de educación) terciaria.
1) Sobre la manipulabilidad primaria
Por educación primaria se entiende la escolarización obligatoria, y hoy podemos considerar este nivel educativo como el nivel básico, suponiendo que todos los ciudadanos lo hayan disfrutado. Las personas que han limitado su educación a este nivel tienden a incorporarse antes al mundo laboral en empleos poco cualificados. Las personas con este bagaje cultural (por supuesto neto del cultivo autónomo de sus propios intereses) son susceptibles de algunas formas específicas de manipulación: las que hacen uso de una retórica de la simplificación y apelan a un supuesto sentido común. Se trata de una forma clásica y "visceral" de manipulabilidad, en la que el manipulador debe aparecer como una "persona corriente con los pies en el suelo" y la falsificación se produce en forma de corte horizontal de la complejidad. Si algo es un problema, la respuesta será "aplastemos el problema"; si alguien es un enemigo, la respuesta será "aplastemos al enemigo". Esta forma de manipulación se presta a despertar emociones simples y violentas, y es la que más a menudo ha encontrado cobijo en formas de populismo autoritario. Por poner un ejemplo clásico, la encendida retórica antisemita que precedió y preparó las persecuciones en la Alemania de posguerra adoptó esta forma: dada una atmósfera de humillación y resentimiento nacional, agravada por un grave empobrecimiento de las clases medias, estigmatizar al judío como un "extranjero en nuestra casa" cuya riqueza había sido "robada al pueblo" permitía trasladar el sufrimiento popular a un conveniente chivo expiatorio con dos toscos cortes simplificadores.
Esta forma de manipulación es conocida y existe cierto grado de alerta ante ella, lo que no significa que ya no suponga un peligro.
2) Sobre la manipulabilidad terciaria
Mucho menos conocida, y por tanto mucho más insidiosa, es la manipulabilidad a la que están sometidas las personas que han disfrutado de una educación terciaria, es decir, universitaria, doctoral o posdoctoral. Para entender sus características, es necesario aclarar qué implica una educación de este tipo.
Si en la manipulabilidad primaria el problema era la pobreza categorial, es decir, la posibilidad de caer en simplificaciones toscas por falta de atención a los detalles, en el caso de la manipulabilidad terciaria estamos ante un problema muy distinto. La esencia de la educación terciaria es la especialización, que capacita para ocupar precisamente puestos de trabajo más especializados (y, por tanto, más raros y tendencialmente mejor remunerados). En la época moderna, a diferencia de la antigüedad y la edad media, la forma que adopta el conocimiento propiamente científico es la de la investigación sectorial, la de aislar un campo para dedicarle todas las energías cognitivas. Mientras que la scientia antigua y medieval era sin duda "conocimiento" en sentido general, la ciencia moderna es el desarrollo de una facultad específica de abstracción. El sujeto que ha superado con éxito un ciclo de estudios superiores es un sujeto que ha aprendido a aislar su propio campo de conocimiento, con métodos específicos, según un sistema de división del trabajo, delegando en otros la profundización en otros campos.
El desarrollo de la facultad de abstracción-separación es crucial en el nacimiento del conocimiento moderno. Este es el tipo de conocimiento que hizo posible diseccionar cadáveres como objetos, eliminando todo reparo a la idea de que fueran personas, aumentando así el conocimiento anatómico; este es el tipo de conocimiento que proporciona la tecnología bélica o la genética, sin tener en cuenta el uso que se hará de ellas, porque es un problema que concierne a otros. Se trata de un modelo de cultivo de la mente que tiene su fuerza (y su debilidad) en el ejercicio de trabajar en compartimentos estancos, evitando asumir los problemas contiguos, las premisas, las implicaciones emocionales, los vínculos con otros campos, etc.
Aquí, lo interesante es que esta forma mental manifiesta una peculiar manipulabilidad propia: la mente formada por una educación terciaria es una mente acostumbrada a delegar lo que está fuera de su ámbito de competencia en especialistas especializados, en autoridades acreditadas. Paradójicamente, una mayor autoridad y autonomía en el propio campo tiende a expresarse como heteronomía en los demás campos de la realidad. Y esto, ojo, no es simplemente una disposición recomendada, sino que está realmente justificada por el hecho de que, efectivamente, una mayor especialización tiende a generar sujetos limitados y miopes en cualquier campo que trascienda su propia competencia. El prototipo del "científico loco" recoge en forma de hipérbole popular un hecho que parece paradójico, pero que no lo es: el hecho de que una subjetividad que ha desarrollado enormemente sus facultades en un campo puede ser ciega, insensible y desequilibrada en sus evaluaciones más allá de ese campo. La educación terciaria es una educación que exige y apoya una mente heterónoma, una mente acostumbrada a "confiar en la autoridad" en todo lo que está fuera de su propia competencia, y a razonar mediante abstracciones y separaciones. (Por supuesto, también en este caso se trata de propensiones, no de condenas: hay quien logra escapar de ellas).
En el plano de la sujeción a la propaganda, esto significa que la "manipulabilidad terciaria" tiene formas específicas. No se trata de una manipulabilidad ligada a la emoción violenta, sino a la confianza ciega y a la suspensión del sentido común (e incluso de la lógica) en todo lo que no es directamente dominio propio. En un mundo cada vez más complejo, con una división del trabajo cada vez mayor, las especializaciones son cada vez más sectoriales, lo que significa que el campo de la "ignorancia de los eruditos" es cada vez más amplio. Así, la manipulabilidad terciaria acaba siendo aún más virulenta y poderosa que la manipulabilidad primaria. Esto se debe a que, a diferencia de la manipulabilidad de los menos instruidos, la de los "eruditos" está dispuesta a aceptar cualquier infracción del sentido común, que se considera una guía poco fiable en comparación con la autoridad de los "acreditados". En estas condiciones, basta con que se corrompan algunos acreditados estratégicos, o los medios de comunicación que los eligen, o ambas cosas, para que los altamente educados se conviertan en un rebaño manipulable de las formas más desconcertantes, precisamente porque se inutiliza el anclaje al sentido común y la capacidad autónoma de juicio global.
3) Funciones epistémicas de las "teorías de la conspiración"
Esto nos lleva a una última consideración sobre el papel que desempeñan en las sociedades modernas las llamadas "teorías de la conspiración". El heterogéneo conjunto de lo que se engloba bajo la categoría de ""conspiranoia"" está unido simplemente por el rechazo de las interpretaciones oficiales. En este amplísimo espacio pueden aparecer cosas muy distintas, desde auténticos delirios paranoicos hasta simples teorías científicas minoritarias. Por tanto, no es posible hablar del valor de las "teorías de la conspiración" en general; sin embargo, sí es posible hablar de su función social.
Las llamadas "teorías de la conspiración" tienden a florecer cuando crece la percepción de la falta de fiabilidad de las teorías acreditadas. Y en un mundo en el que los intereses económicos en el control de la información son masivos, y los medios para ejercer dicho control son manifiestos, la sospecha de que las teorías acreditadas puedan no ser fiables no puede sino ser rampante. Quien nunca se inclina, ni siquiera un poco, a dar crédito a estas interpretaciones alternativas es un espíritu clínicamente muerto.
Las "teorías de la conspiración" en este contexto tienen una tendencia general, y es la tendencia a buscar una clave de lectura intencional, y por tanto racional, para interpretar cadenas de acontecimientos cruciales y de otro modo incomprensibles. Este tipo de teoría suele estar sujeta a un exceso de racionalismo en la medida en que muchos acontecimientos, incluso aparentemente inconexos, pueden englobarse bajo la idea de un "plan global". El fallo de este enfoque es bien conocido en la literatura epistemológica: la conexión de los datos en una visión unificada se hace sobre la base de una suposición intencional, como si siempre hubiera una intención oculta detrás de las correlaciones, tendencias, concomitancias. Esta forma de descripción intencional es casi siempre errónea en muchos detalles, y tiende a subestimar los márgenes de accidentalidad de la historia.
Sin embargo, hay un segundo aspecto de la actitud "conspiranoica" que siempre se subestima y que, en cambio, tiene una función social (y epistemológica) muy positiva. La lógica de la interpretación intencional (la "postura intencional" de Dennett) tiene un peculiar poder sintético: consigue componer en una configuración sintética muchos datos que según las descripciones causales ordinarias no sería posible juntar. Ahora bien, si bien es cierto que las descripciones intencionales tienden a ir demasiado lejos al intentar dar un sentido común a hechos distintos, hay que señalar que las descripciones científicas tienen precisamente el defecto contrario: tienden a no ver, y no quieren acreditar, conexiones reales cuando no se han acumulado pruebas suficientes durante el tiempo suficiente. La visión "científica" tiende estructuralmente a una forma de miopía cuando se trata de procesos multifactoriales, históricos, políticos, en definitiva, todos aquellos procesos que son más importantes para quienes los viven, y donde la miopía y la incapacidad de interpretar sintéticamente tienen un alto coste.
Pero, se dirá, si una interpretación intencional no es científicamente correcta, si algunas de las cosas que se cree que están unidas por una voluntad (un plan) resultan no formar parte del plan de nadie, entonces ¿no es aconsejable evitar todo error? ¿No es mejor abstenerse de toda evaluación para no exagerar en conjeturas erróneas?
Aquí, la respuesta es un rotundo no.
Y la razón es la siguiente: las perspectivas que producen una síntesis de muchos factores permiten descubrir lo verdadero aunque sean parcialmente falsas.
Cuando echamos un vistazo al mundo, a la historia que habitamos, nos enfrentamos a procesos multifactoriales de gran complejidad. En este caso, el descubrimiento de las causas realmente implicadas es siempre un descubrimiento complicado, incierto y arduo. A menudo intervienen vínculos causales indirectos, que sólo surgen a posteriori, con análisis estadísticos, quizá décadas después, y puede que nunca se llegue a una constatación que vaya más allá de la especulación. Si con respecto a todas estas conexiones nuestro juicio permanece anclado en la suspensión del juicio, nos condenamos a una miopía que nos deja impotentes.
El conocimiento, incluso el conocimiento científico, progresa mediante el uso de metáforas, símiles, modelos analógicos que son regularmente superados por otras metáforas, símiles, modelos (por decir, hoy rechazamos como falsa la metáfora del "fluido calórico" en termodinámica, pero existían predicciones correctas que esa metáfora consentía y que siguen siendo válidas hoy).
En "El nombre de la rosa", Umberto Eco escenifica brillantemente esta dinámica epistemológica cuando hace que su protagonista, Guillermo de Baskerville, construya una teoría en torno a las razones de la serie de asesinatos que está investigando. Esta teoría se basa en la idea de que el autor pretende representar momentos del Apocalipsis de Juan. Sin embargo, cuando Guillermo finalmente se encuentra cara a cara con Jorge, el autor del crimen, éste le hace saber que no ha seguido el Apocalipsis en absoluto. Y, sin embargo, la capacidad de sintetizar los hechos a lo largo de esa conjetura (incorrecta desde el punto de vista fáctico) permitió a Guillermo atrapar realmente al culpable.
Las "teorías de la conspiración" cumplen una función similar. Por supuesto, sería preferible, en un mundo ideal, que hubiera suficiente elasticidad y pluralismo entre las mismas fuentes acreditadas para permitir que salieran a la luz y se debatieran hipótesis no evidentes, sin necesidad de tomar la "vía subterránea" propia de las "teorías de la conspiración". Pero en ausencia de estas condiciones, algunas tesis tachadas de "teorías de la conspiración" pueden tener precisamente esta función: crean una red de conexiones sobre la base de una teoría intencional incierta, que a menudo será refutada en diversos detalles, y sin embargo, al lanzar redes hipotéticas, permiten extraer con el tiempo muchos más hechos y conexiones reales que ciñéndose a tesis "acreditadas".
4) Conclusiones
La escansión entre la "manipulabilidad primaria" y la "manipulabilidad terciaria", así como entre las conjeturas "conspiranoicas" y las tesis "acreditadas", sigue, a grandes rasgos, una cresta de clase; donde la clase no está estrictamente relacionada con los ingresos (por muy importantes que sean), sino con la posición en relación con el poder constituido.
Las clases que apoyan el poder establecido, los trabajadores del conocimiento integrados, la burguesía semiculta, ávidos usuarios de los medios de comunicación y de los periódicos del régimen, se apoyan mutuamente para colgarse medallas de "acreditación" en el pecho. Se impregnan de indignación ante los "conspiracionistas" y las "noticias falsas" - certificadas como tales por su propia línea de mando - y se preguntan cómo puede ser.
Y la respuesta es sencilla y está preparada: todo es culpa de la Ignorancia.
Es la plebe ignorante, mal educada y sin formación la que no comprende que nunca hay que creer lo que se tiene delante de los ojos, sino siempre lo que te dicen con autoridad terceros designados. (Curiosamente, suelen ser los mismos que se burlan de los Escolásticos por buscar la verdad sobre el mundo en las bibliotecas de los monasterios en lugar de buscarla en la naturaleza...). La facultad de separar , abstraer y compartimentar los hechos del mundo, confiando serenamente en Reuters, en la Agencia del Medicamento, en los "verificadores de información" o en von der Leyen, les predispone a una visión encastillada en lo bueno y lo correcto, dispuesta, además, a cambiar de orientación en veinticuatro horas, siempre que se respete la cadena de fuentes de la autoridad.
En el estanque de conformismo bienpensante en el que nadan estas clases, ser manipuladas es, en efecto, una forma de engaño, pero de engaño a medias, porque si es cierto que están sometidas a las verdades del poder, también lo es que en el fondo saben que es la adhesión a ese poder lo que les garantiza el pan y las migajas: y éste es siempre un criterio de verdad muy sólido.
Fuente:
https://sfero.me/article/propagande-complottismi-
Traducido por Counterpropaganda