Los buenos y los malos
En la historia existen los buenos y los malos, los buenos son los que ganan las guerras, mandan, dirigen la información y escriben la historia, los demás son tontos y demonios cuya única memoria debe ser suprimida. Los que se oponen a esta lógica deben resignarse.
Examinar el pasado con serenidad, profundizando en los acontecimientos a varios niveles, no parece posible. Por un lado tenemos una minoría de nostálgicos idealizadores de ideologías caducas, por otro una enorme masa dedicada a la denigración sistemática e indiscriminada, la suya es una verdadera demonización acrítica que ve en todos los sistemas del pasado el mal, mientras que en el sistema actual y en el progreso el bien. La histeria "mecánica" que surge en las personas cuando hablan de los regímenes del pasado debería dar que pensar, porque no se trata de reacciones lúcidas sino de automatismos cristalizados. Hay una mitificación del tema, no una actitud crítica y racional, sino apasionada e irracional. Estas antiguas ideologías, de hecho, actúan como formas de control de las masas. Se dividen en facciones y crean cocos inexistentes. Habría que hablar de ellas de forma analítica y distanciada, tratando de captar los aspectos negativos y los positivos, sin crear movimientos "antifascistas" o "anticomunistas" que no tienen sentido. Pero mientras la gente sigue con esas diatribas, chocando entre sí, el sistema sigue avanzando, perfeccionándose y teniendo nuevas estructuras de control.
La realidad es que la única ideología que queda hoy es la del liberalismo, la de los llamados "mercados" y sus deus ex machina. El liberalismo intenta monopolizar la política pisoteando a los pueblos y las culturas. Demoniza los regímenes del pasado en todos los sentidos, utilizándolos como vara de medir negativa, precisamente para demostrar su bondad. Sin embargo, es un sistema que sólo es democrático de fachada, ya que, al final, un grupo de banqueros y financieros, elegidos por nadie, decide la solidez de un país, su gobierno, sus leyes y su economía, indicando lo que debe o no debe producirse. No hay proyecto político que no sirva a las élites; son ellas las que nombran directamente a los gobiernos nacionales. Vivimos en una supuesta democracia, con personas al servicio de intereses oligárquicos. Los hombres gobiernan nuestras vidas sin estar vinculados a ninguna expresión de la voluntad popular. Todos los gobiernos nacionales están sometidos a chantajes y el parlamento está despojado de toda capacidad de decisión y atado a los intereses del mercado.
Las masas están convencidas de que tienen poder de decisión, creen que a través de una cruz en la papeleta electoral y tras unos cuantos debates en las tertulias televisivas pueden ser protagonistas de la vida del país. No se dan cuenta de que están dentro de un totalitarismo, y al no ver armas siguen durmiendo tan profundamente que creen que viven en tiempos normales.
Y así, mientras el poder de decisión está ligado a las élites y a los tecnócratas de las finanzas, el dedo señala a las figuras muertas de Mussolini, Stalin y Hitler. Una táctica excelente, sin duda.
Fuente: https://www.weltanschauung.info/2013/12/i-buoni-e-i-cattivi.html
Traducido por Counterpropaganda