La gira de Macron con gases lacrimógenos: un fotoreportaje desde la Francia rebelde - Paul Cudenec
Esta semana se han utilizado gases lacrimógenos contra los habitantes de la Francia rural que protestaban contra la llegada del presidente autoritario Emmanuel Macron.
Como pude comprobar por mí mismo, el pueblo de Ganges, en el departamento de Hérault, fue dividido en dos durante todo el día en una ocupación policial de estilo militar.
Combinado con el uso draconiano por parte del estado de las leyes "antiterroristas" para prohibir golpear cacerolas, la impresión general es francamente alarmante.
"Vamos directos hacia allí, hacia la represión y la dictadura", advirtió el sindicalista Gérard, uno de los miles de asistentes que acudieron el jueves 20 de abril.
La visita de Macron a la escuela secundaria local, que irónicamente lleva el nombre de la revolucionaria anarquista Louise Michel, fue la segunda parada de una gira nacional en la que se supone que está haciendo las paces con el público francés después de meses de enormes protestas contra sus "reformas" de las pensiones, que acabó forzando sin votación en el Parlamento.
Pero, con cientos de policías armados para garantizar que nadie se acercara a él, excepto los pocos invitados, la visita de Macron a Ganges, al igual que el viaje del día anterior a Alsacia, apenas reflejaba un deseo de diálogo.
"Escucha más al capital que a los ciudadanos", comentó Matthieu Guy, secretario general del sindicato CGT de Ganges.
Un manifestante, Gilbert, miembro de los Chalecos Amarillos, dijo que el régimen de Macron era el peor que había visto en muchas décadas de activismo.
"Es una especie de dictadura que finge estar a favor de los derechos humanos".
Los brutales métodos policiales desplegados inicialmente en las zonas urbanas pobres ya se habían utilizado contra los Chalecos Amarillos y ahora contra el movimiento de protesta actual, señaló.
Según Gilbert, la protesta se criminaliza cada vez más, y la gente pierde los ojos al ser blanco de granadas policiales, recibe multas ridículamente elevadas o pasa años en prisión por cargos falsos.
Señaló un caso reciente en el norte de Francia, donde una mujer fue detenida en su propia casa por decir en Facebook que Macron era "une ordure" (una escoria). La amenazan con una multa de 12.000 euros.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, ha llegado a utilizar el término "terrorismo intelectual" para difamar a la oposición al régimen.
Gilbert dijo que el desprecio por la democracia mostrado por Macron y sus compinches ha llegado a un punto en el que los sindicalistas y otras personas se encuentran ahora en la misma situación que los Chalecos Amarillos, luchando contra un sistema que niega incluso su derecho básico a discrepar.
"Es una forma de totalitarismo del siglo XXI, basado en la vigilancia y la represión masiva".
Todo estaba tranquilo cuando llegué a Ganges la noche antes de la llegada de Macron, y la única señal evidente de la inminente visita eran las plazas de aparcamiento cerradas con cinta adhesiva cerca del colegio Louise Michel.
En el Café du Siècle, en el centro del pueblo, la conversación parecía girar más en torno a un próximo festival de flamenco.
Sin embargo, el hombre de la pizzería para llevar no estaba nada contento con la perspectiva de la visita de Macron y fue bastante grosero sobre el carácter del presidente.
"Y yo que pensaba que era alguien que podría conseguir algo, cuando se presentó por primera vez", añadió.
"¿Cómo pudiste pensar eso?", replicó su amigo. "Trabajaba para los banqueros internacionales".
Mientras estaba sentado en un banco disfrutando de mi pizza, un joven en moto se paró delante de mí.
"¡Perdón!", dijo. "¿Es cierto que Macron va a venir aquí mañana?"
Parecía sorprendido cuando le confirmé el rumor de la visita. "Bueno, no se le va a olvidar enseguida", dijo, mientras se alejaba hacia la oscuridad.
Ojeando el periódico local, vi que el presidente tenía intención de visitar la ciudad de Lunel, en el mismo departamento, pero que, según un miembro de su equipo, había desistido de la idea por "miedo a las protestas".
Ganges se consideró entonces la opción más suave.
Antes de las 7 de la mañana del jueves, furgonetas y agentes de policía ya patrullaban las calles de la pequeña ciudad y los manifestantes se reunían en el Café du Siècle para tomar café y cruasanes.
Cuando apareció un minibús de miembros de la CGT, cantando y agitando banderas, explicaron que la policía no les había permitido llevar sus cacerolas.
Resulta que el prefecto del departamento de Hérault había promulgado un decreto por el que se prohibía todo lo que pudiera hacer ruido, como las cacerolas, en virtud de la legislación "antiterrorista".
A las 7.10 de la mañana, seis policías se presentaron en la acera frente al café y comenzaron la que iba a ser una intervención durante todo el día.
Me enteré de que la policía había estado presente en Ganges toda la semana, estudiando cómo bloquear todas las vías posibles para llegar al colegio.
Efectivamente, no sólo estaban cortadas las rutas que llevaban en esa dirección, sino que incluso una pequeña callejuela estaba ferozmente custodiada por media docena de policías.
A las 7.45 de la mañana ya había 30 ó 40 manifestantes frente al ayuntamiento, más de dos horas antes de la cita anunciada para las 10 de la mañana.
A las 9 de la mañana, el ambiente se iba calentando. Un grupo de manifestantes se había reunido en la calle, frente al Café du Siècle, acompañados de globos negros, un ataúd que representaba la muerte de la democracia y un acordeonista.
Mientras tanto, centenares de personas se concentraban en el ayuntamiento.
A las 9.25 de la mañana se produjo un movimiento general hacia una de las calles laterales bloqueadas por la policía y a las 10 de la mañana los manifestantes de otra calle informaron de los primeros gases lacrimógenos del día, tras un intento de llegar al colegio.
Al son de los cánticos que pedían la dimisión del presidente ("¡Macron démission!"), la canción "On est là!" ( en su día el himno de los Chalecos Amarillos y ahora el de un movimiento de resistencia aún más amplio), el golpear de cubos de basura y, sí, incluso de cacerolas al estilo terrorista, los manifestantes hicieron todo lo posible por llegar al encuentro con el jefe del estado.
Pero los policías, provistos de sus equipos antidisturbios, no lo permitieron y el enfrentamiento se prolongó hasta las 11 de la mañana, cuando el foco de atención se trasladó a la calle de la cafetería, otra vía de acceso al colegio.
La policía reforzó sus dispositivos, lanzó más gases lacrimógenos (una experiencia nada agradable) y, a las 12.30, la actividad principal del enfrentamiento consistía en lanzar huevos a los parabrisas de las furgonetas policiales, un deporte tradicional en Francia.
En todo este tiempo, por supuesto, nadie había visto ni de lejos a Macron, que estaba a salvo del público en la parte militarizada de la ciudad.
A la una de la tarde, una manifestación salvaje se dirigió a la carretera de circunvalación para intentar interceptar al presidente cuando saliera de la ciudad.
Esta carretera principal permaneció bloqueada durante horas y no fue hasta las 16.00 horas cuando la policía antidisturbios consiguió expulsar por la fuerza de una rotonda a los últimos manifestantes.
El caos del tráfico fue solo una de las muchas razones por las que la visita de Macron no tuvo mucho éxito entre los habitantes de Ganges.
Pero, en cualquier caso, el acto no tenía nada que ver con su ciudad, sino que formaba parte de la iniciativa de relaciones públicas de 100 días de Macron, destinada a disipar el profundo malestar por la ley de pensiones y la forma antidemocrática en que se impuso.
Matthieu, de la CGT de Ganges, afirmó que el presidente quería claramente pasar página sobre la cuestión de las pensiones.
Pero no van a dejar que se salga con la suya, y por eso le habían organizado un "comité de bienvenida".
"Esta reforma es totalmente injustificada e injusta", dijo Isabelle en la manifestación frente al ayuntamiento.
Otra manifestante, Guilaine, subrayó que la gente seguía muy enfadada. "¡El hecho de que haya aprobado la ley no nos va a detener!".
Gérard explicó que la reforma ni siquiera era necesaria, pues los trabajadores ya tenían que acumular 43 años de cotizaciones para poder solicitar la pensión pública completa.
El déficit del que se queja el gobierno se debe a su política de eximir a las grandes empresas del pago de las cotizaciones de jubilación de sus trabajadores, a cambio de que contraten a desempleados en planes oficiales.
Además, dijo, si las mujeres cobraran los mismos salarios que los hombres, las cotizaciones adicionales cubrirían la llamada "brecha".
Myriam, delegada del sindicato de funcionarios FSU, me dijo que el enfoque presidencial de Macron no era normal: "No escucha y no hay diálogo social".
Myriam explicó que los sindicatos habían presentado un plan alternativo al presidente en noviembre y que sería perfectamente posible fijar la edad de jubilación en 60 años, en lugar de 64.
"Necesitamos otra visión de la sociedad, para los jóvenes y para los mayores".
Fuente:
Traducido por Counterpropaganda
Es triste ver a un ciudadano francés vestido con pertrechos de seguridad, como para enfrentar a un enemigo, parado frente a una señora que podría ser su madre y entender que de ser necesario, por orden de quienes gobiernan, tiene que maltratarla y someterla cual enemigo se tratara.