La cuestión del abstencionismo
Merece la pena volver una vez más a la cuestión de la abstención en las urnas, porque recientemente hemos vuelto a escuchar la opinión de una voz muy conocida en la llamada "zona de la resistencia" de que quienes se manifiestan (o se han manifestado) en contra del voto son "infiltrados" o "idiotas útiles". Pues pensar en colapsar el sistema mediante la abstención es una ingenuidad, mientras que la única solución coherente es, en cambio, canalizar todo el descontento con la situación política actual hacia el voto a fuerzas "revolucionarias" organizadas en forma de partido, capaces de llevar a cabo desde dentro del sistema todas aquellas reformas que puedan cambiar la actual estructura de poder.
Aprovechamos la ocasión para aclarar una vez más nuestra posición al respecto, no porque nos interesen especialmente las opiniones de nadie (sobre todo cuando son tan burdas), sino porque en el pasado hemos sido cuestionados por esos mismos círculos como supuestos promotores del abstencionismo y, por tanto, como "malos profesores", "infiltrados" o "idiotas útiles".
Estamos totalmente de acuerdo en que no votar no llevará a ningún colapso del sistema: el sistema no se ve afectado ni por votar ni por no votar. Quien piense que no votar llevará a un cambio de régimen es ciertamente un ingenuo, también porque siempre chocará con esas masas organizadas de votantes que son las bases militantes de los partidos, que existirán mientras exista el sistema de partidos. Por otro lado, no estamos de acuerdo en que las razones por las que la gente no vota sean exclusivamente la idea de favorecer el colapso del sistema, o la desconfianza en la política, o el sabotaje voluntario de un área o tema político (como si recuperando los votos de los abstencionistas, éstos pudieran capitalizarlos segura y automáticamente en su propio beneficio, lo cual es algo que aún está por comprobar).
Igualmente problemática es la afirmación de que existe la posibilidad de una auténtica 'revolución' que pase por la vía reformista. Una reforma del sistema no es una 'revolución': es una posibilidad que el sistema contempla y para la que tiene congénitamente todos los anticuerpos necesarios para que no degenere en la disolución del propio sistema. Por tanto, hablar de una "revolución" reformista es una forma puramente retórica: ningún cambio radical puede producirse por vía parlamentaria, si acaso puede enderezarse, o moralizarse, o restablecerse la práctica democrática regular. Ninguna de estas posibilidades es, sin embargo, "revolucionaria", sino favorable al sistema y a su normalización.
Nuestra posición no es en absoluto comparable a ninguna de las posibilidades mencionadas. Es fácilmente comprobable que en cada convocatoria electoral ésta no ha cambiado: no nació con las últimas elecciones y, por tanto, no tiene relación con el reciente debate y eso no la ha movido un ápice. No nació de ningún cálculo político, ni aspira a ningún resultado en el terreno electoral; no da ninguna esperanza infundada (que, por cierto, nadie puede dar) y no pretende ser la solución adecuada para todos. Nunca la hemos promovido invitando a nadie a no votar; al contrario, hemos invitado a votar a cualquiera que se reconozca en el sistema parlamentario, sin por ello dejar de expresar nuestras reservas sobre el rito electoral y el sistema parlamentario/representativo. No votar es simplemente el único resultado que puede derivarse de nuestros principios y postulados que consideramos válidos.
Nuestra posición nace de un cuestionamiento radical del propio sistema: es, por tanto, indiferente a las vicisitudes de la pequeña política. Es una opción política responsable no porque creamos que produce un efecto calculado y favorable con respecto a los equilibrios parlamentarios, sino porque expresa una visión política coherente y reflexiva, que en esencia es un rechazo a participar en el mecanismo parlamentario y representativo. Quienes rechazan en su totalidad la visión política liberal y moderna rechazan simplemente su calendario y sus rituales. No hay nada que reformar: el sistema reformado sigue siendo el sistema.
Mientras se quiera perseverar en esta forma de orden, no habrá revolución genuina, sino sólo la reproducción de las mismas dinámicas desgastadas que, desde nuestro punto de vista, no son accidentales, sino constitutivas y lógicamente consecuentes con los supuestos del propio sistema. Es sobre la base de la construcción de una visión del mundo verdaderamente antagónica que se puede construir el cambio, no sobre la actividad política, por genuina y bien intencionada que sea, destinada a redimir la pequeña, vieja y cansada política. Por eso creemos que la batalla es ante todo - y esencialmente - cultural.
Quienes se consideran a sí mismos y a su entorno como la élite cultural de la "zona de la resistencia" deberían tener muy claro que la crítica estructural (y no contingente o histórica) del sistema parlamentario/representativo tiene una larga y autorizada tradición filosófica y política, que no puede descartarse sin más como confusión electoral, y que sus exponentes más distinguidos son mucho más creíbles y tienen una profundidad intelectual mucho mayor que cualquiera de los intelectuales provincianos de hoy que pretenden deshacerse de ella con las convenientes etiquetas habituales. Si se excluye de las posibilidades de no voto la adhesión a tal horizonte de pensamiento crítico, o bien se ignora, y entonces se recomienda revisar la propia autoelección al papel de élite cultural, o bien se guarda deliberadamente silencio al respecto, y en este caso no se actúa de buena fe, queriendo demostrar que no existe ninguna razón coherente y sensata para eludir la liturgia electoral.
En lugar de tachar a los abstencionistas de gentuza o idiotas, sería conveniente que quienes buscan apoyos y votos se concentraran en convencer a los indecisos (desde luego no a nosotros) demostrando que realmente existe una alternativa política en la política, algo que aún está lejos de demostrarse, dado que desde las últimas elecciones no hemos visto más que la repetición constante de las deprimentes luchas de poder y dinámicas partidistas de siempre, cuyo espectáculo está en la base de la desafección y desconfianza de la mayoría del electorado potencial.
Fuente: https://www.weltanschauung.info/2023/05/la-questione-dellastensionismo.html
Traducido por Counterpropaganda