La antropología patas arriba
Según Feuerbach, Dios es una mera proyección de sí mismo creada por el ser humano: los atributos humanos, banales y finitos, a través de un proceso de alienación, se han hecho infinitos. Lo cualitativamente limitado y, por tanto, destinado a agotarse, intenta en vano buscar lo infinito en lo finito, proyectando fuera de sí lo que le falta.
Sin embargo, Dios ha muerto. Ha sido sustituido por la tecnología, un hiperobjeto, diría Timothy Morton, viscoso e insidioso, que da la ilusión de amplificarse a sí mismo. No podemos deshacernos de él y cuanto más intentamos derrotarlo, más enredados nos volvemos.
Internet, el teléfono móvil, la inteligencia artificial, son sistemas simbólicos en los que estamos inmersos y cuyo funcionamiento no comprendemos del todo; son proyecciones de cualidades humanas dilatadas situadas en un plano ontológico ajeno que, sin embargo, estamos convencidos de dominar sólo porque tienen rasgos antropomórficos.
La tecnología da lugar a un entorno en el que se anulan los principios de la lógica aristotélica: se acabó A=A, A ya no es A , A o es B o no es B. La verdad es que ya no existe ninguna verdad, todo es posible e imposible al mismo tiempo, ni se pueden rastrear las causas de un fenómeno y comprender sus múltiples efectos. Todo parece conectado, pero también podría tratarse de la tendencia típicamente humana a buscar patrones que en realidad no existen.
La tecnología es la expresión de la exasperante racionalización que, según Weber, ha invadido Occidente, ha arraigado gracias al capitalismo y nos ha encerrado en una jaula de acero. La racionalización creciente es una forma de antropología al revés, es el nuevo Dios de nuestra época: promete consuelo, salvación y esperanza habitando en un desierto de valores. Nos convence de que somos todopoderosos y omniscientes, cuando en realidad es ella la que nos posee y nos conoce a todos.
Según Timothy Morton, los hiperobjetos «nos ponen en presencia de una finitud muy grande». El abismo de nuestra finitud, que nos produce náuseas, antaño encontraba alivio en Dios, aunque tuviéramos que recurrir a un plano metafísico; hoy ese sentimiento de finitud es colmado por la tecnología, que cava ese abismo aún más profundo, produciendo un vuelco del ser humano y sus valores, esclavizándolo y vaciándolo de su esencia.
«Sólo un Dios puede salvarnos», dijo Heidegger durante una entrevista en Der Spiegel en 1966. Hoy, casi 60 años después, tenemos que preguntarnos quién es realmente este nuevo Dios.
Fuente:
https://www.weltanschauung.info/2024/11/antropologia-capovolta.html
Traducido por Counterpropaganda