En favor de las tinieblas
En un mundo en el que el gran ojo tiene de su lado los números, la fuerza, y ciertamente no puede ser atacado de frente, es necesario ser elusivos.
La forma más rápida de perder una guerra es no ser capaz de identificar al enemigo. Para aniquilarlo antes incluso de que empiece la guerra, hay que conocerlo mejor que uno mismo. El mundo digital, desde este punto de vista, es el espía de nuestro enemigo y debemos hacer un uso consciente de él.
Mientras la población demuestra su absoluta docilidad compartiendo vacaciones y comidas diarias de dudoso interés, hay quienes utilizan estas plataformas para comunicar posiciones importantes, olvidando que están alimentando al enemigo con una porción de lo que los vuelve peligrosos, con lo que se autoneutralizan.
Contra un ser tan insidioso como el omnipresente hipnotizador oculto, uno no puede permitirse seguir las reglas de la caballerosidad y plantarle cara frontalmente. Él tiene los músculos, la técnica y los números. Sería como desafiarle a un combate individual con una pistola de duelo mientras él utiliza un fusil de asalto y tiene cientos de fieles torturadores sobre los que ejerce un control absoluto. Valiente, heroico quizás, pero sin duda idiota.
Al contrario, hay que utilizar la astucia. Permanecer invisible entre los torturadores, difícil de atacar, y con el beneficio de la oscuridad boicotear los pequeños engranajes que hacen avanzar la máquina. Como el Vietcong, que con fusiles anticuados y chanclas repelió al imperio más poderoso de la historia, el estadounidense, escondiéndose como hormigas bajo tierra entre napalm, bombardeos masivos y democracia. Dejando a un lado el resultado final, las trampas de la jungla vietnamita aún atormentan en sus pesadillas a los estadounidenses que las vivieron.
Por lo tanto, es necesario compartir con moderación. Quizá de forma anónima. Todo lo que se comparta con las personas equivocadas puede ser utilizado en contra de nosotros.
Hoy en día, con las redes sociales, el enemigo ya ni siquiera necesita espías. La gente ofrece voluntariamente toda la información necesaria. Cuando se da cuenta de que algo está calando, si no es capaz de detenerlo o deslegitimarlo, sabe perfectamente cómo y cuándo volverlo a su favor, quitándole la fuerza vital hasta que pierde importancia y permanece ahí o se desvanece.
Ello se debe a que, gracias a quienes participan en ellas, saben exactamente quiénes y qué piensan, y son capaces de categorizarlos de forma más o menos específica en función de la cantidad de información que ceden. Permaneciendo en el anonimato o creando perfiles sociales, en los que la página es una pero los individuos que hay detrás son muchos, los espías siguen siendo conscientes del qué, pero no tienen ni idea de quién está detrás ni, sobre todo, de cuántos.
Este discurso es inherente a todas aquellas ideas dignas de ser expresadas a través de las redes sociales. El resto es mejor guardárselo para uno mismo.
Fuente: https://www.weltanschauung.info/2023/06/col-favore-delle-tenebre.html
Traducido por Counterpropaganda