El rey y los negacionistas
Érase una vez, en un planeta de una galaxia remota, un rey ávido de poder que decidió deshacerse de la mayoría de sus súbditos.
En realidad, sus tierras eran muy fértiles y rebosaban de riquezas, sin embargo, él estaba convencido de que la única manera de no perder sus privilegios reales era reducir la población. Sus súbditos, en cambio, le adoraban. Desde temprana edad se les enseñaba a entonar los himnos de su amado soberano, pues todos sabían que él sólo perseguía el bien de toda la población. Mientras la gente inocente lo adoraba como a una divinidad, los consejeros del rey ideaban cualquier truco para acortar la vida de la persona, a veces incluso antes de su nacimiento.
Algunos consejeros, invadidos por una crisis de conciencia, abandonaron el palacio y comenzaron a advertir a la población de todas las aldeas sobre la verdadera naturaleza de la persona que tanto idolatraban. Desgraciadamente, nadie les creyó y, en lugar de escuchar su mensaje, los aldeanos los echaron con ignominia. ¿Cómo se atreven a ultrajar al rey con esas alegaciones sin fundamento? ¡Todo el mundo sabe que negar el amor del rey es un crimen castigado con la muerte! ¡Expulsad a los negacionistas!
El rey y sus lacayos continuaron impunemente con sus proyectos, y el pueblo, cada día menos numeroso y sano, siguió aplaudiendo y alabando las hazañas de su amado señor. Algunos tenaces negacionistas se alejaron de los pueblos y se refugiaron en una remota cueva al pie del Monte Telegramo, en la que se sentían seguros entre otras personas de su mismo sentir. Siguieron contándose las historias que sus semejantes no habían querido escuchar y, en la dulce soledad de su exilio, se convencieron de que estaban en el buen camino para derrotar al tirano genocida.
Escrito por Counterpropaganda