Cuentos: una pedagogía espiritual
A diferencia del mito, que es el código de una revelación primordial, los cuentos surgen del libre juego del alma de un pueblo, que se precipita y sedimenta en forma narrativa, para ser preservado y transmitido.
Este depósito siempre da fruto, cambiando y permaneciendo fiel a sí mismo, como el ser humano, en cada momento, nunca es el mismo que antes y, sin embargo, siempre es el mismo. Los cuentos nunca son obra de un solo individuo o personalidad, sino que cada individuo o personalidad los habita, como uno habita su tierra natal, y en ella encuentra consuelo y sustento.
Al igual que el campo o un rebaño, los cuentos son cultivados y cuidados por todos los que se nutren de ellos, y al marcharse son dejados y transmitidos a los hijos, y a los hijos de los hijos, que seguirán habitándolos y cuidándolos. Se asemejan a la sangre, que el padre transmite a su hijo como sustancia propia, perpetuándose así a sí mismo y a sus descendientes de generación en generación.
En ellos, el alma de nuestros antepasados vuelve a vivir, no como algo muerto, sino viva y actual, como viva y actual es nuestra carne alimentada y formada por la sangre de los padres. Los cuentos son cultura en el sentido más elevado, ya que contienen los elementos esenciales e indispensables de una visión original, completa y orgánica del mundo.
Enseñan el bien y el mal, el principio y el fin, la ruina y la salvación, el odio y el amor, la severidad y la misericordia, lo bello y lo feo. En ellos reside el secreto de la tragedia y la comedia del ser y de la existencia.
Los cuentos demuestran, de la manera más clara posible, que la racionalidad no es la facultad original a la que recurre el ser humano para interpretar y describir su experiencia del mundo. Más original que la racionalidad es el sentido del misterio; más original es la percepción de una red de fuerzas y causalidades enigmáticas que tejen lo que llamamos realidad, y que afloran y se muestran allí donde aún se es capaz de mirar con el ojo puro y claro de lo primordial.
Los cuentos son, por tanto, una pedagogía espiritual indispensable, que la tradición ha seleccionado sabiamente para que los niños aprendan lo esencial y dejen de lado lo accesorio. Los cuentos son para los seres humanos que aspiran a convertirse en adultos o que, como tales, aún pueden saborear su verdad y su belleza. Por eso nuestra época infantilizada, que desea la niñez perpetua, ignora su sentido, su utilidad y su significado.
El mundo actual, desarticulado e inorgánico, los olvida o los profana, vaciándolos y parodiándolos en simulacros para el entretenimiento de las masas.
Fuente: https://www.weltanschauung.info/2021/01/fiabe-una-pedagogia-spirituale.html
Traducido por Counterpropaganda