La tercera parte de 1984 de Orwell contiene lo que podríamos llamar una auténtica ontología del totalitarismo.
"Quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado", sostiene O'Brien. El tiempo tiene un valor eminentemente político: desprendido de un fondo estable y garantizado, se convierte en materia plástica para el uso y consumo del poder.
La clave es, pues, el pasado, que según el ingenuo Winston existe como depósito en forma de memoria, aunque pronto descubre que es, en cambio, el producto cambiante de la pedagogía del régimen, ya que "la realidad existe en la mente de los hombres, y en ninguna otra parte".
Esta mente, sin embargo, es supraindividual: es la mente colectiva e impersonal del Partido, que la moldea según su voluntad.
La clave para comprender la cultura de la cancelación reside precisamente en este núcleo teórico. Quienes sólo perciben la paradoja del fenómeno no se dan cuenta de que permanecen anclados a una ontología obsoleta, que el poder conspira por abolir.
Una vez más, la batalla política se libra en el plano de la cultura, entendida como visión integral del mundo. La cultura de la cancelación es ante todo una forma extrema de voluntarismo nihilista, ya que niega el fundamento del ser en favor de la voluntad manipuladora.
Un auténtico idealismo solipsista, donde la soledad cualitativa del sujeto absoluto es sustituida por el vacío anónimo de la masa cimentada por la ideología.
Nadie debe recordar más que lo que está obligado a recordar. O'Brien compara esta reprogramación con un proceso de curación. La salud está representada por el ejercicio de un pensamiento fluido según las directrices del poder.
Esto es precisamente el aspecto totalitario de la cultura de la cancelación: la obediencia y la sumisión no son suficientes. Lo realmente indispensable es la reestructuración de las categorías del pensamiento y de la voluntad.
“Nos resulta intolerable”, dice el verdugo, “que pueda existir en algún lugar del mundo, aunque esté oculto y sea inofensivo, un solo pensamiento que participe del error”.
Cuando la cultura de la cancelación se niega a sí misma afirmando no existir, nos encontramos exactamente en esta fase. Se trata de una etapa bastante avanzada en la afirmación de una ontología del régimen que no debe subestimarse ni minimizarse, a pesar de parecer grotesca a los ojos de quienes aún no están familiarizados con el doblepensar.
Hasta que no nos demos cuenta de que la destrucción de los emblemas del pasado y la reescritura de la historia a través de formas de revisionismo cada vez más radicales y gratuitas no son el fin, sino el síntoma de un fenómeno que se desarrolla en lugares mucho más profundos e invisibles de la conciencia colectiva, nunca seremos capaces de idear estrategias de resistencia cultural realmente eficaces para hacer frente a esta urgencia histórica.
Fuente:
https://www.weltanschauung.info/2021/10/comprendere-la-cancel-culture.html
Traducido por Counterpropaganda