Adiós a la ilusión de la democracia - Paul Cudenec
El rechazo al régimen del banquero Emmanuel Macron por parte de la inmensa mayoría del pueblo francés no podría haber sido más claro el pasado lunes 1 de mayo de 2023.
Grandes multitudes llenaron las calles de todo el país, y la manifestación de Marsella, por ejemplo, se describió como "quizás la mayor movilización de la historia de la ciudad".
En total, se calcula que 2,3 millones de personas mostraron su oposición a la "reforma" de las pensiones de Macron y a su programa neoliberal en general.
En una democracia real, la ley se retiraría inmediatamente o se sometería a referéndum, ya que según las encuestas el rechazo de la nueva ley alcanza el 80% o incluso el 90% de la población.
Pero Francia, como tantos otros países que podría mencionar, no es una democracia real, sino una plutocracia que, hasta hace muy poco, ha conseguido hacerse pasar por una democracia.
Los únicos intereses que importan son los del Gran Dinero, los del Capital. Las opiniones y el bienestar de la gente no les interesan ni a Macron ni a sus antiguos empleadores, los Rothschilds.
Este desprecio absoluto por la ciudadanía se puso de manifiesto el Día del Trabajo, con escenas de espeluznante y brutal violencia policial contra manifestantes y periodistas.
La visión de un hombre tirado en el suelo recibiendo una patada en la cara por parte de un policía no fue más que otra instantánea del robo a mano armada continuo de la humanidad por parte de una banda criminal psicópata mundial.
Para la pandilla en el poder y sus medios de comunicación corporativos, por supuesto, el elemento chocante fue que la gente se niega cada vez más a ser simplemente pisoteada, o a ser ahuyentada de las calles, por un ejército de ejecutores "legítimos" del Estado de la Codicia.
La glorificación de la revolución y la resistencia históricas constituye un rasgo constante de la retórica de la República Francesa y, sin embargo, cuando se enfrenta a la realidad actual, la actitud de sus dirigentes se convierte de repente en la de los autócratas empolvados del "ancien régime" o la del colaborador nazi en tiempos de guerra Philippe Pétain.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, no solo pidió penas draconianas contra cualquiera que se resistiera a las "fuerzas del orden" el día 1 de mayo, sino que también reafirmó su deseo de una nueva ley que supondría que cualquiera que el Estado considerara "una amenaza de especial gravedad para el orden público" podría ser vetado de antemano de toda protesta.
Mientras tanto, la banda de Macron pretende sustituir el compromiso con Libertad, Igualdad y Fraternidad por la nueva trinidad profana de Trabajo, Orden y Progreso.
Pruébalo en alemán a ver qué te parece: "Arbeit, Ordnung, Fortschritt".
Hmmm....
Cuando la Primera Ministra Élisabeth Borne condenó las "escenas de violencia inaceptable" del 1 de mayo, naturalmente no se refería a las acciones de la policía fuertemente armada.
No hubo preocupación oficial por el manifestante al que una granada policial arrancó la mano en Nantes ni por los cientos de heridos.
En cambio, los robocops armados que se pasaron el día atacando ferozmente a los manifestantes en nombre del poder del dinero fueron descritos como víctimas inocentes, en gran parte gracias a un cóctel molotov parisino que alcanzó su objetivo.
Algunas de las "lesiones" sufridas por la policía fueron autoinfligidas, como cuando un desventurado policía lanzó una granada a sus propios compañeros.
Y qué lástima que tantos bancos y compañías de seguros tuvieran sus locales destrozados en Lyon, París y otros lugares.
A través de las nubes de gas lacrimógeno y propaganda, un hecho fundamental se está haciendo muy evidente en la Francia de hoy.
Y es que el monopolio de la violencia reivindicado por el sistema no tiene base ni en la democracia ni en la moral.
Envían a sus matones a sueldo a atacarte y te tachan de "violento" si te atreves a resistirles.
Esto no es nada nuevo, por supuesto. El gran León Tolstoi declaró hace más de un siglo: "Las leyes son reglas, hechas por personas que gobiernan por medio de la violencia organizada, por cuyo incumplimiento el incumplidor es sometido a golpes, a la pérdida de la libertad o incluso a ser asesinado".
Pero mientras la gente crea que vive en una democracia, le costará darse cuenta de ello.
Cuando la ilusión de la democracia desaparece, como creo que está ocurriendo en Francia en este momento, el panorama se vuelve muy diferente.
El lunes asistí a la enorme manifestación de Montpellier, junto con otras 18.000 personas.
La protesta era tan grande que me las arreglé para permanecer felizmente ajeno a los enfrentamientos que aparentemente estallaron más adelante, cuando la policía intervino para confiscar una pancarta, y me quedé con la impresión general de un desfile festivo bajo el sol del Mediterráneo.
Hablé con algunos de los manifestantes para saber por qué estaban allí.
Dos de ellos eran profesores preocupados por el declive del sistema educativo bajo la presidencia de Macron.
"Estoy enfadada por lo que está ocurriendo en nuestras escuelas", dijo Corinne, describiendo un sistema degradado en el que las clases tenían un número excesivo de alumnos y era imposible hacer bien su trabajo.
Christine añadió que, con los últimos cambios, se enseñaría a los alumnos a cumplir los requisitos de las empresas privadas.
"No se trata tanto de educarles como de formar trabajadores, empleados".
Nicolas dijo estar harto de los políticos en general y de Macron en particular.
"Es un Robin Hood al revés, que roba a los pobres para dárselo a los ricos".
Su madre Sonia añadió: "Las políticas son injustas. Siempre son los mismos los que salen perdiendo".
Charlie me dijo que asiste a la protesta del 1 de mayo todos los años, pero que en esta ocasión quería expresar su descontento por la forma en que Macron estaba imponiendo sus políticas sin el consentimiento de los ciudadanos, tras haber ganado la segunda vuelta de las elecciones solo gracias a la oposición generalizada a Marine Le Pen.
"El pueblo le importa un bledo", dijo. "Hoy podemos demostrarle que existimos".
Carole explicó que quería participar en el actual movimiento de solidaridad en todo el país.
"Hemos demostrado que Francia no está de acuerdo con esta reforma. El pueblo ha hablado".
Agnès reveló que, antes de la polémica sobre las pensiones, sólo había participado en una manifestación en toda su vida.
Pero estuvo allí para expresar su oposición a la ley, al igual que su marido, jefe de una empresa.
Dijo que con Macron, ciertas personas tienen demasiados privilegios y él actúa como si fuera un rey.
"Desprecia al pueblo francés. Es intolerable. No es digno de la democracia francesa."
"Somos franceses y cuando estamos descontentos salimos a la calle. Lo llevamos en la sangre."
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Traducido por Counterpropaganda